Con el estadio Movistar Arena en funcionamiento, los vecinos y vecinas confirmaron sus temores previos: ruidos, vibraciones y caos para circular por las inmediaciones. A la vez, denuncian que la sucesión de recitales convirtió al barrio en un verdadero infierno.
Así es que los vecinos y vecinas autoconvocados de Villa Crespo volvieron a denunciar las consecuencias de la construcción del estadio Movistar Arena. En tanto, con diciembre completo de fechas con entradas agotadas casi todos los días, los vecinos se quejan al Gobierno de la Ciudad por los ruidos, las vibraciones y la mala organización en las inmediaciones del estadio.
Asimismo, el predio lindero al estadio de Atlanta Don León Kolbowski se convirtió en Movistar Arena en 2017 cuando la Legislatura de la Ciudad aprobó la modificación del proyecto que autorizaba la construcción de un polideportivo a un «microestadio» privado exento de pagar ABL durante 40 años, «mientras el resto de los habitantes de CABA pagamos este impuesto que se incrementa mensualmente», comentaron los vecinos .
Los reclamos provienen desde antes de la pandemia, cuando los vecinos pronosticaban los conflictos que iban a tener si el estadio que fue construido con fines deportivos para el Club Atlanta pasaba a convertirse en un estadio orientado a espectáculos masivos. Más tarde, la llegada de la pandemia y la imposibilidad de realizar shows amortiguó el problema.
Luego, en los primeros meses del año pasado, el Movistar Arena volvió a abrir sus puertas con una capacidad de 4 mil personas, tan solo un cuarto de las butacas que posee disponibles. Pero ahora regresaron los recitales todos los días de la semana. “No nos dan descanso”, indicó Noemi Snell, vecina del barrio de Villa Crespo.
A la vez, son pocos los edificios que llegan a escuchar la música que sale del estadio durante el show. Asimismo, el problema de los departamentos, a 10 cuadras a la redonda, está en las vibraciones que ocacionan los recitales. “Los edificios están pensados para poder bancar un cierto grado de vibraciones por varias cuestiones. Ahora todos los días y con esa intensidad uno se empieza a preocupar de que pueda pasar una tragedia”, afirmó Snell.
A la vez, los vecinos denuncian que, producto de las vibraciones, en los pisos altos sufren mareos, náuseas y también se ve afectada la estructura de los edificios. “Cuando vamos a la Defensoría del Pueblo o a la Fiscalía nos dicen que van a venir a revisar los edificios con peritos pero después no vienen y si lo hacen es en horarios en que se sabe que no sucede la vibración”, afirmó Luis Angio, vecino de Villa Crespo.
En ese contexto, reclaman una mesa de trabajo con el Gobierno de la Ciudad y que se avance en «una ley para que se cambie el uso del megaestadio para eventos deportivos», tal como lo proponían en un proyecto de ley presentado hace tres años que «nunca fue tratado en la Legislatura», advirtieron los vecinos.
Por ora parte, la medianoche es muy intensa para aquellos que quieran volver o salir de sus hogares, porque es cuando se produce la desconcentración de aquellos que salen de los recitales. Las calles están repletas de personas. “Le pedimos a la policía que haga espacio entre las veredas para poder pasar los que vamos a contramano pero hacen caso omiso al pedido”, comentó Snell.
“Los shows que están destinados a la juventud son los más problemáticos porque los chicos se quedan dando vueltas hasta altas horas y hasta el otro día. Hacen ruidos, cantan, hablan a los gritos, lo cual lo entendemos pero todos los días es insoportable y nosotros tenemos que vivir acá”, indicó Snell.
Asimismo, el público comienza a llegar hasta horas e incluso días y acampa allí. A la vez, las filas son extensas, y la espera sin baños químicos afuera del estadio ocasiona situaciones de poca higiene. “La gente hace sus necesidades en la vereda porque no tiene otro lugar, el desastre que queda después de los shows es enorme”, enfatizó Angio.
Asimismo, otra de las cuestiones que presionó la paciencia de los habitantes de Villa Crespo es el no poder estacionar en las puertas de sus hogares, porque no se pensó un estacionamiento antes de construir el estadio. “Estacionan arriba de la vereda, está todo acordado con la policía. Además, los trapitos para estacionar en la puerta de mi casa nos quieren cobrar 2 mil pesos”, resaltó Angio.
Por otra parte, la contaminación lumínica de las pantallas del estadio genera rechazo para todos aquellos que se les imposibilita poder dormir por el ruido de los bocinazos y los cantitos de los fanáticos. “Si hubiera sabido del quilombo que era vivir acá no me mudaba”, comentó uno de los vecinos que alquila cerca del estadio.
Pralelamente, los vecinos que se autoconvocaron para poder llegar a una solución y fueron perdiendo a lo largo de estos años varias batallas con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no se resignan a tener que adaptarse al estadio, por eso entienden que «no vamos a bajar los brazos hasta que este monstruo creado por el diario La Nación y la multinacional AEG, en acuerdo con los directivos del Club Atlanta y la complicidad del Gobierno de la Ciudad, deje de arruinar a la vida a miles de personas».