El tercer encuentro del Club de microemprendedores, llevado a cabo por el Ministerio de Desarrollo Económico y Producción, fue el puntapié inicial para entender el espacio como un potenciador de la economía del barrio.
El predio donde antiguamente funcionaba el obrador del barrio porteño de Lugano y los depósitos de arte del Teatro Colón, se ha transformado, con el correr de los años y el trabajo de los vecinos, en la Asociación Civil Galpón Cultural Piedrabuenarte. Detallamos a continuación el presente, el pasado y el futuro del lugar que no solo funciona como usina cultural, centro recreativo y polo pedagógico, si no que, además, es una fuente potencial de nuevos empleos.
El Ministerio de Desarrollo Económico y Producción de la Ciudad, a través de la Subsecretaría de Cooperación para el Desarrollo Económico y la Producción, llevó a cabo allí el tercer encuentro del Club de microemprendedores durante diciembre del 2022, al que asistieron más de 1500 personas y contó con 50 stands.
“Este evento permitió visibilizar la potencialidad que tiene el Galpón para optimizar el desarrollo económico del barrio y, además, generar nuevos empleos”, subraya Luciano Garramuño, director y fundador del espacio, que comparte algunas ideas que podrían llevarse a cabo en el predio, a tales fines:
Generar talleres de oficios: brindar cursos teórico-prácticos de herrería, carpintería, electricidad, plomería, mecánica, etc.
Transformar el Galpón en una incubadora: aprovechar el espacio para ayudar a a los vecinos a pensar, diseñar y fabricar productos de calidad con diseños de marca personal referida al barrio y su historia, que podrían confeccionar ellos mismos, dentro del Galpón, y luego comercializados en las ferias o incluso afuera (y hasta por modalidad de venta online); muebles, ropa, kits de hidroponía, etc.
Crear un espacio de feria permanente: podría darse, por ejemplo, todos los domingos, y se le podrían brindar los puestos a los vecinos del barrio.
Actualmente, en el Galpón Cultural Piedrabuenarte funcionan una escuela de teatro y una escuela de danza. Además, el predio cuenta con un anfiteatro donde se llevan a cabo todo tipo de manifestaciones artísticas, un espacio para realizar actividades deportivas, una huerta al aire libre, un polo educativo que incluye jardín de infantes, escuela primaria y 7 escuelas secundarias, y hasta una productora que cuenta con su propio estudio de grabación -El Arca-.
“El verdadero norte de este espacio, de todos modos, es generar una universidad estatal artística en el barrio, con la impronta y las ideas del Galpón -estéticas, sociales, ambientales y culturales-, para terminar de cerrar la idea de polo educativo”, comenta Garramuño.
Además, los “galponeros” -como se autodefinen los vecinos y vecinas del barrio que trabajan allí- tienen la idea de construir un pueblo productor asociado, alojado en otra provincia, que genere productos alimenticios que luego puedan comercializarse en el Galpón, y que también funcione como otra sede cultural y pedagógica de Piedrabuenarte, para realizar intercambios de saberes y experiencias entre los dos lugares.
Y presentaron, a su vez, un proyecto ante la Secretaría de Deportes para transformar la cancha de fútbol del barrio en un Club.
La transformación del Galpón, las actividades que se realizan y su propia historia impulsan también una transformación cultural en el barrio Piedrabuena. “El espacio público, acá, tiene baldosas artísticas con diseños de los vecinos, tomando como inspiración la propia historia del barrio. Es decir: los vecinos caminan, literalmente, sobre su propia historia”, destaca Luciano.
Historia del Galpón: el camino que transformó la oscuridad en luz
En el terreno donde funciona la ONG Asociación Civil Galpón Cultural Piedrabuenarte -y otros cuatro galpones, que se prendieron fuego-, antiguamente, funcionaba el obrador del barrio. Desde allí se construyó todo el complejo.
Una vez que se terminaron de construir los edificios, el predio alrededor de los galpones se transformó en un baldío enorme, mientras que los galpones comenzaron a funcionar como depósito de toda la escenografía del Teatro Colón.
Luego de los incendios, cuando el Teatro Colón decidió abandonar el único de los cinco galpones que se había salvado de los incendios, los vecinos y vecinas del barrio Piedrabuena empezaron a hacerse cargo del lugar.
Así fueron colocando, con Luciano a la cabeza, las primeras lamparitas, algunas chapas, cortaron el pasto de los alrededores, plantaron árboles, instalaron juegos infantiles y realizaron también las esculturas emblemáticas del barrio que se encuentran exhibidas a cielo abierto hasta la fecha.
A su vez, el Galpón empezó a incorporar a artistas de la zona que hacían música, bailaban y pintaban, y que necesitaban de un espacio como ese para manifestarse artísticamente.
Al mismo tiempo, los incipientes galponeros comenzaron a recolectar escombros de algunas partes del barrio que derrumbaron y, con ese material, construyeron el anfiteatro y la cascada artificial que se encuentra en los terrenos alrededor del predio.
Para proteger el proyecto -habían tenido conflictos con una ocupación-, los vecinos transformaron el Galpón en una ONG, en el año 2009. Y luego, en 2012, presentaron un proyecto de Ley ante la Legislatura de la Ciudad para construir un polo educativo alrededor del Galpón, que comenzó a construirse un año después.
El barrio debe su nombre al Comandante Luis Piedrabuena, un patriota argentino que fue marino y rescatista, y que, entre otras cosas, ayudó a recuperar la Isla de los Estados para incorporarla al territorio nacional Argentino.
El Arca, la productora cooperativa de los galponeros que ayudó a formar Luciano, se llama así en homenaje al barco del Comandante Piedrabuena. “Es una productora muy especial porque, en vez de realizar producciones, arman proyectos que crean acciones; es decir, hacen cosas para que otros accionen”, destaca el Director de la ONG, quién concluye que el Galpón Cultural Piedrabuenarte es un inmenso laboratorio, con una potencialidad y posibilidades “que rozan lo infinito”.