En los últimos días, en el radio aproximado de las calles Argerich, Camarones, César Díaz y Helguera, fueron diagnosticados más de 20 vecinos, de los cuales al menos cinco necesitaron hospitalización.
Una vecina del barrio, Melina camina desde su habitación hasta la puerta de su casa con una cadencia lánguida y los ojos rojos. Su madre le besa la frente. “Está con fiebre de nuevo”, confirma, y suspira. La niña de 10 años tiene dengue, al igual que su padre. En tanto, el clima familiar se encuentra al límite. “La nena recién arranca; mi marido, hace 10 días. Él estaba siempre con repelente y de todas formas se contagió”, comenta Cynthia Fantino, la madre de Melina.
Luego de varios reclamos comunales sin respuesta, el martes pasado ella creó un grupo de WhatsApp con algunos de sus vecinos de Villa Santa Rita para costear la fumigación de la zona por sus propios medios, chat que en tan solo dos días llegó a tener 110 miembros. Se sorprendió con la cantidad de adeptos, pero no del todo: sabe que el interés en la fumigación tiene una explicación lógica. En las últimas semanas, en un diámetro de tan solo dos manzanas –las que se encuentran entre las calles Argerich, Camarones, César Díaz y Helguera– fueron diagnosticadas con dengue más de 20 vecinos, de los cuales al menos cinco requirieron hospitalización, la mayoría con un cuadro de fiebre hemorrágica, entre ellos un niño de seis años.
Por otra parte, una de las internadas es Guadalupe López, de 22, hija de Gustavo López, quien hoy camina inquieto por la esquina de su casa. “Pasaron médicos haciendo concientización sobre la importancia de descacharrar, nos dijeron que, si tenés pileta, tiene que estar impecable, que el bol de agua del perro también. Perfecto, pero hay algo mucho más grave: todo lo que nos dicen que no tenemos que hacer está sucediendo en la obra que tenemos en la esquina de casa. Es un juntadero de agua estancada”, dice el padre de la niña, actualmente internada desde hace tres días.
Asimismo, la Comuna 11, que comprende los barrios de Villa Devoto, Villa del Parque, Villa Santa Rita y Villa General Mitre, es una de las que mayor tasa de casos de dengue presenta, según información del Boletín Epidemiológico de la Ciudad de Buenos Aires. En esta comuna, en la última semana de enero se diagnosticaron 14 nuevos casos de dengue, número que subió abruptamente en la primera semana de febrero, cuando se detectaron 29 nuevos casos. En tanto, la semana pasada hubo 44 diagnósticos de esta enfermedad.
Esto sucede en medio de un contexto de aumento de casos de dengue en todo el norte y centro del país. Los infectólogos consultados esta semana por la prensa anticiparon que seguramente la Argentina se encuentre en la antesala de un brote similar al vivido a mediados del año pasado, a la vez que destacaron que el virus se ha urbanizado. Desde julio de 2023 ha habido 35 víctimas mortales de dengue, de los cuales uno falleció la última semana en la localidad bonaerense de Esteban Echeverría.
Asimismo, en Villa Santa Rita, son dos los posibles caldos de cultivo de larvas de mosquitos que, según creen los vecinos, pueden estar generando desde enero un brote de dengue en la zona. El primero es una pileta ubicada en un terreno baldío con permiso de obra, que en diciembre se llenó de agua de lluvia y que anteayer, luego de numerosos reclamos, fue vaciada.
Por otra parte, es el segundo reservorio de agua apuntado el que se ha convertido en el principal tema de conversación de los vecinos. Se trata de una obra de ampliación de la red secundaria de ramales para las cuencas de los arroyos Maldonado, Vega y Cildañez, un agujero de 10 metros de profundidad que pasó meses acumulando agua en la intersección de las calles Argerich y Alejandro Magariños Cervantes. Obra que ayer por la noche comenzó a ser desagotada.
“Se filtró que hoy a la mañana venían las cámaras de televisión y ayer a las 23 horas trajeron el generador y la pala y empezaron a desagotar, algo que se venía pidiendo desde hace meses”, denuncia la docente Erica Canalicchio, de 50 años, mientras observa la obra desde la vereda de enfrente.
“El problema es que con la próxima lluvia eso se va a volver a llenar. No aguantamos más los riesgos, la mugre, el mal olor y el peligro real de contagio de dengue”, agrega la editora periodística Camila Flynn, también vecina de la cuadra.
Por otro lado, fuentes de la Dirección General de Infraestructura del gobierno porteño afirman que es habitual que este tipo de obras acumulen agua debido a que los pozos de este tipo, realizados para introducir una tuneladora, suelen llegar a la napa. “Su vaciado permanente requeriría de una infraestructura de bombeo las 24 horas, con grupos electrógenos que generarían molestias a los vecinos en horario nocturno. En consecuencia, se monitorea el nivel y la calidad del agua contenida, y fundamentalmente se agregan aditivos para su conservación”, detallan. El principal agregado es un compuesto denominado “Introban”, un larvicida biológico.
No obstante, en las planillas de control que cuelgan de una de las rejas de la obra, solo hay constancia de que el producto haya sido colocado en noviembre y en diciembre, mientras que la casilla donde debería haberse firmado la aplicación de enero permanece vacía. Consultados sobre el tema, desde el Gobierno responden que la empresa a cargo de la obra, Coarco, afirmó haber arrojado pastillas de Introban al agua tanto en enero como en febrero.
El verdulero Henry Paredes regresa a su casa desde el hospital a paso lento. Al mismo tiempo, le pesan las piernas y le duele la cabeza. El hombre fue dado de alta ayer, tras cuatro días en terapia intensiva por un cuadro de fiebre hemorrágica, y hoy volvió al centro médico para hacerse controles, acompañado del brazo de su hija, quien también tuvo el virus hace dos semanas, aunque sin complicaciones.
“Hoy se están desagotando, pero el agua estaba ahí desde hace meses. Eso da impotencia –dice el hombre de 54 años, cuya verdulería está emplazada frente a la obra–. Tengo un estrés terrible. Me preocupa mi mujer, nuestros hijos, la gente mayor. Si un abuelo se llega a agarrar esto que yo pasé, no la cuenta. Ahora tengo que pensar cómo voy a fumigar para que mi hija no se contagie de nuevo”.
“Hubo semanas de calor, hace un tiempo, con un olor a podrido terrible”, continua Hilda, su esposa.
Por otro lado, al igual que ella, los vecinos de la zona que no se han contagiado dengue temen contraer la enfermedad y toman medidas extremas, incluso algunas que los médicos no recomiendan, para evitar las picaduras del mosquito vector de esta infección.
“Tengo la garganta ardida por la cantidad de espirales que prendo dentro de casa”, dice Faentino. A pesar del calor, su vecina, Érica Canalicchio solo sale a la calle con medias largas debajo del pantalón largo, y con un repelente en la riñonera. En tanto su vecino Gustavo López no sale al jardín desde hace 10 días.
“Con la invasión de los últimos días, el miedo empeoró. Sabemos que el mosquito de la invasión no transmite dengue, pero no es fácil distinguir uno de otro. Entonces no puedo dormir del miedo. Veo que pasan mosquitos y me pongo nerviosa. Me levanto y ya me pongo repelente. Me voy a intoxicar ya”, comenta Hilda Paredes.
“Uno no puede ponerse repelente cada media hora por un tema de toxicidad. Como con todo producto, el exceso puede ser toxico. Y además hay un impedimento importante, que es el costo. ¡Los repelentes no bajan de cinco mil pesos!” exclama el doctor y vecino Adrián Rosa, de 57, que hoy camina por la cuadra con un repelente en la mano. El médico sexólogo destaca que en la zona hay cada vez más infectados con dengue. “Los casos en la zona empezaron a aumentar llamativamente en enero, pero en el último tiempo se puso cada vez peor. Nos vamos enterando por un grupo de WhatsApp que tenemos”, agrega.